Así debía de sentirse Linda Blair después del exorcismo. La semana pasada rodamos los anuncios. Qué calor, por los clavos de Cristo. En el anuncio de Alex y Raúl asaba panceta en una barbacoa y en el de Nacho la panceta era yo. Nos metieron en un coche, subieron las ventanillas y nos rodearon de vacas. Qué puedo decir de mi interpretación. No ha sido saludada con gran entusiasmo. Pero, qué coño, Nacho está satisfecho y yo también. YO TAMBIÉN, HIJOS DE PUTA. Después he asistido a una caótica semana de postproducción. Los productores eran unos tipos maleducados e incompetentes, igual que en las películas.
Mi hermana celebró una fiesta en la que habíamos puesto demasiadas esperanzas. Me emborraché y me eché a dormir. Me desperté con Antonia en el sofá con unos pies negros delante de mi cara. Bajé a por croissants y nos reímos un rato con un disco horrible que no nos dejaba dormir la noche anterior. Luis murmuraba una frase del disco en el duermevela y eso nos hacía mucha gracia. "La flor que crece en mi cabeza". Sí. Ya sé que así, contado, es una mierda
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