jueves, julio 21, 2005

Incendios

Ustedes… ¿Me quieren? Claro que me quieren, desgraciados. Hay que ver cuánto me quieren ustedes. Les contaría cómo llegaron a romperse la mitad de los vasos capilares de mi antebrazo pero para qué entretenerles con sórdidos detalles de mi VIDA.
Estoy bien, en serio. Algo apático quizá. No me apetece ni beber ni follar ni asearme. Sin embargo hay que conservar las apariencias. O la autoestima. No sé, me cuesta diferenciar una cosa de la otra.
Pienso en los incendios. Siempre se dice que en el siglo XIX una ardilla podía cruzar la Península Ibérica saltando de un árbol a otro. Siempre he imaginado a la pobre ardilla llegando exhausta a los Pirineos. Murmurando: “Era POSIBLE”, un instante antes de reventar. Hoy una ardilla podría cruzar la Península en un puto BMW. Suponiendo que tuviera carnet de conducir o que sus pies llegaran a los pedales. Bah, a quién le importan las malditas ardillas. Si tuvieran algo que decir habría alguna sentada en las reuniones del G8.
A lo que me refiero es a que hay demasiados incendios porque hay demasiados BOSQUES. El asfalto no arde, señores. Los árboles pertenecen al pasado.
Los árboles pertenecen al pasado…

lunes, julio 11, 2005

El hombre blanco

El hombre blanco quiere robarnos a nuestras mujeres. No se conforma con un imperio, también quiere llevarse a nuestras mujeres con sus indecentes artimañas. Con sus joyas y sus coches caros. El gitano sólo quiere tocar la guitarra y drogarse. El musulmán sólo quiere rezar y drogarse. Pero el hombre blanco lo quiere todo. No se conforma con poner una bandera en la Luna. Ahora quiere corromper a nuestras mujeres con su oro y sus cocktails. El latino sólo sabe bailar y drogarse. El oriental sólo quiere trabajar y drogarse. Pero el hombre blanco intenta confundir a nuestras mujeres con sus modales y sus segadoras de césped. Con sus adornos y sus máquinas. El hombre blanco lo quiere todo