Pues me jode bastante publicar un nuevo comentario, fíjense. Mi texto anterior es una auténtica CATEDRAL, para qué nos vamos a engañar. En fin. Eso. Que Nacho ha vuelto. Sí, ya sé que nuestras vidas han sido un poco nachocéntricas últimamente, no sé por qué coño me estoy disculpando. Volvió ayer. Y para ser fieles a la leyenda no fuimos a uno sino a DOS karaokes. Terminé bastante mamado, claro, así que mi discurso acabó siendo circular. Debí de repetir unas cuarenta veces que "Los cronocrímenes" debería rodarse en inglés. Y eso que es algo de lo que ni siquiera estoy seguro. Es más: hoy pienso lo contrario.
Hicimos dos amigos. Dos amigos que nos acompañaron al karaoke Do Re Mi y después al karaoke Master Plató. Dos amigos que probablemente tenían intención de violarnos y matarnos, no necesariamente en ese orden, pero que debieron olvidarlo entre canción y canción. Nuestros mejores amigos.
Fuimos a recoger a Nahikari al aeropuerto. Tenía ganas de que le habláramos de su deslumbrante aparición en la alfombra roja. Le hablamos de eso y de las cosas que habían pasado aquí. Cosas deprimentes y ridículas. Ellos nos contaron las cosas que habían pasado allá. Cosas asombrosas y excitantes. Nos contaron que en Los Angeles los aseos son enormes y relucientes y que la ciudad es un fractal cuyo patrón es un supermercado. Nos contaron que en una parada de autobús un señor les dijo: "¡No os preocupéis, chicos! ¡El autobús llega en tres minutos!". Nos contaron muchas cosas.
Me encanta beber en el aeropuerto.
Me encanta beber donde sea, qué cojones. Como a todo el mundo
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